sábado, 22 de septiembre de 2007

El Tio de la mina en Suecia


El Tío de la mina se universaliza en Europa


Entrevista con Víctor Montoya,
escritor boliviano residente en Suecia
por Javier Claure Covarrubias



Tiene una voz firme que va dándole una contundencia especial a sus palabras. Se viste de manera muy pulcra. Es ermitaño por definición, pero al mismo tiempo un buen conversador cuando se encuentra con los amigos. Ejerce el periodismo cultural, con publicaciones en Latinoamérica, Europa y Estados Unidos. Es escritor prolífico y quien escriba su nombre en un motor de búsqueda en Internet, quedará sorprendido al encontrar una cantidad considerable de sus escritos.

Nuestro entrevistado comenzó su andanza literaria en los ‘70 y logró, mediante su escritura, elaborar una multiplicidad de mundos gracias a su fantasía desbordante. Me refiero al escritor boliviano Víctor Montoya, quien reside en Suecia desde 1977. Su producción literaria es extensa, variada e ininterrumpida. Sus dos últimos libros, "Entre tumbas y pesadillas" y "Fugas y socavones", fueron publicados en el 2002. Montoya establece paisajes imaginarios, traza dibujos con el bolígrafo, pinta las frases de acuerdo al texto. Y, lo más interesante, escribe desde el fondo del alma y, al igual que muchos escritores, por una necesidad existencial. Víctor Montoya, a pesar de la distancia que lo separa de su país, escribe con el corazón puesto en Bolivia en general y en el mundo minero en particular.

Durante la historia de la humanidad, desde el tiempo de las cavernas, los seres humanos han encontrado varias formas de expresión. Toda corriente migratoria también lleva consigo expresiones culturales al país que emigra. Por lo tanto, existe una necesidad de mostrar su identidad. En el caso de los bolivianos residentes en Suecia han logrado, a partir de 1987, hacer una copia en miniatura del Carnaval de Oruro. Evento que les permite lucir diferentes tipos de bailes, trajes y bandas, al mismo tiempo que, con una coreografía bien estudiada, deleitan al público de una manera sorprendente. Además, tienen en su poder una estatua de la Virgen del Socavón, Patrona del Carnaval de Oruro. Esta Virgen, que llegó con los españoles, fue pintada en las faldas del cerro Pie de Gallo. Pero a medida que fue pasando el tiempo, se le hizo una capilla para que los mineros y los demás devotos le rindan adoración. Según el historiador Josermo Murillo Vacarreza, el culto a la Virgen del Socavón se inició en las últimas décadas del siglo XVI.

El Santuario de la Virgen del Socavón, ubicado en la ciudad de Oruro, es el más insólito de toda Bolivia. En febrero del año pasado, cuando me encontraba de vacaciones en esta ciudad, pude observar que en el lado norte de este Santuario está el altar de la Patrona del Carnaval y en el otro extremo se encuentra el Museo Minero. Una bocamina que, con muchas gradas y a 120 metros de profundidad, conduce hacia el Tío de la Mina, entre otras cosas. Los bailarines del Carnaval rinden, entonces, su homenaje a la Virgen del Socavón e implícitamente al Tío. Con estas dos figuras centrales se originó el Carnaval de Oruro.

Víctor Montoya ha sido la persona que trajo la estatuilla del Tío, deidad mitológica tan adorada por los trabajadores del subsuelo boliviano. En consecuencia, el Tío de la mina en Suecia pasa a formar parte del Carnaval boliviano fuera de sus fronteras. Este personaje de aspecto diabólico, a fuerza de insistir con su presencia, se va universalizando. El Tío ayuda a quienes le rinden pleitesía, pero castiga a los burlones de su figura. El Tío protege la veta mineral y la vida de los mineros. El Tío, con sus ojos saltones y sus cuernos alambicados, es la luz de los socavones y alumbra teodolitos, guardatojos, carretillas, perforadoras, dinamitas, barrenos y otros.

Para conocer mejor su trayectoria y su llegada a la tierra de los vikingos, le entrevistamos a Víctor Montoya, quien nos cuenta de su Tío cobijado bajo su techo.



Javier Claure: ¿Podrías contarme cómo surgió la idea de traerlo a este personaje del subsuelo boliviano hasta Suecia?

Víctor Montoya: La idea me asaltó hace ya mucho años, pero se concretó cuando empecé a escribir mi libro “Cuentos de la mina”, cuyo personaje central es el Tío, una deidad que, en realidad, me fascinó desde cuando lo vi por primera vez en la mina de Siglo XX, aparte de que mi abuelo, conocedor de las minas y sus tradiciones, alimento mi fantasía con este ser demoníaco desde que tengo uso de razón. Además, como a cualquier otro boliviano que emigra al exterior, cargando en su bagaje su cultura y sus costumbres ancestrales, se me ocurrió traerlo al Tío a Suecia. Por mejor decir, pedí que me lo enviaran bien envalijado desde las entrañas mismas de la Pachamama, para contrastar y completar el mosaico religioso de los bolivianos, quienes trajeron anteriormente a la Virgen de Copacabana y a la Virgen de Urkupiña, a quienes, con todos los ritos de rigor, las sacan en procesión anualmente por las calles de las distintas ciudades de Suecia, donde se dan cita los bolivianos para declararles su fe y rematar en una sonada fiesta, que no deja de impresionar a propios y extraños, en un país nada menos que de religión protestante y poco proclive a las supersticiones. Por otro lado, el Tío no sólo representa al ángel que se rebeló contra la palabra de Dios, sino que, como todos los elementos del sincretismo cultural y religioso, forma parte del mestizaje boliviano. No hay personaje más representativo que él para simbolizar el paganismo ancestral de las culturas ancestrales y el catolicismo occidental llegado a América tras la circunnavegación de Colón y sus sucesores. El Tío, en la mitología andina y la tradición minera, es un ser tan importante como lo es la Virgen del Socavón en el mundo católico.

J.C: Quienes te leemos en Liberación, nos damos cuenta que el Tío te acompaña en tu apartamento y, con sus ojos de Lucifer y gracias a sus poderes mágicos, te desafía a buscar la veta que nunca encontró. ¿Cómo empiezas a gestar una conversación con el Tío?

V.M: Es cierto que el Tío convive conmigo. Es el testigo de mis quehaceres y el compañero que me acompaña en mis horas de escritura. Me basta mirarlo una sola vez para luego entablar una conversación que surge de manera espontánea, a partir de temas o sucesos que se presentan a diario. El Tío, en realidad, no habla, aunque ésa es la impresión que tiene el lector cuando lee los textos que publico en la prensa. Soy yo quien, a modo de soliloquio o monólogo, invento la conversación. El Tío es sólo un medio eficaz que, con un gran sentido del humor, me permite decir muchas verdades y algunas mentiritas. Me sirvo de él como Cervantes se sirvió de don Quijote o Quino de Mafalda para criticar los prejuicios sociales y raciales o, simple y llanamente, para abordar temas controvertidos en nuestra sociedad, como es la misma religión y sus diversas interpretaciones morales y éticas. El Tío, que según mis descripciones conserva su aspecto de Lucifer y su lucidez mental durante la conversación, me da la opción de decir cosas que no las diría en otro contexto y, lo que es más importante, el Tío observa y analiza los temas desde su propia perspectiva, que es la perspectiva del crítico irreverente y del contestatario que cuestiona los sistemas de poder, ya sea políticos, económicos, culturales o religiosos.



J.C: El Tío es un personaje que siempre ha estado rodeado por la oscuridad de la mina. Los escritores suelen escribir de noche. Fernando Pessoa decía que sus escritos eran hijos del insomnio. ¿Las conversaciones que entablas con el Tío, son también criaturas del insomnio?

V.M: Es natural que el Tío, como todo soberano de las tinieblas, esté acostumbrado a vivir en la oscuridad, y por qué no en el silencio y la soledad; por eso mismo, pienso que no hay mejor personaje para un escritor de vida casi ermitaña y poco dado a las actividades públicas que el Tío de la mina, quien, lejos del mundanal ruido, habita como Minotauro en el laberinto de los socavones. Es cierto que muchos autores prefieren escribir de noche, aunque éste no es exactamente mi caso, debido a que correspondo a la categoría de quienes escriben como oficinistas. No obstante, hay días en que me pilla el insomnio y no tengo otro remedio que levantarme a conversar con el Tío, quien siempre está dispuesto a tomarse un trago y fumarse un cigarrillo, mientras habla con ingenio de sus andanzas y sus disputas con los falsos profetas.


J.C: Supongo que a tu personaje, de parajes extraños y de figura diabólica, le alimentas con aguardiente, cigarros, lejía, serpentina, mixtura, con hojas de coca (si por si acaso las tienes) y todo lo que le gusta. Porque de lo contrario, pondrá en tinieblas tu casa y hará volar cuchillos, tijeras, alambres de luz y todo metal cortante. Y, aunque te vayas a quejar a las autoridades vikingas, nada volverá a su origen.

V.M: Qué preguntita, eh (risas). Uno de los atributos del Tío, además de su aspecto demoníaco y su enorme falo, es su gusto por la ch’alla (ceremonia religiosa de ofrenda y sacrificio) y los excesos pecaminosos del Carnaval. Los mineros, cada vez que pijchan (mascan hojas de coca) en el paraje del Tío, le ofrendan la hoja sagrada, aguardiente y cigarrillos. Y antes del Carnaval le rinden culto adornándolo con mixturas, confites y serpentinas, y le preparan un convite, que es una suerte de banquete, donde abunda la comida, la bebida y el baile. Los mineros y sus familias sacrifican en su honor un gallo blanco, una llama o un cordero, con cuya sangre riegan las rocas en agradecimiento al Tío y a la Pachamama. En fin, el Tío es un ser a quien le gusta la buena vida y la poca vergüenza. Para que el Tío cumpla con su función de benefactor necesita que lo trates con respeto y mucho afecto. Sólo así te concede lo que le pides. En Suecia, debido a muchos factores, no se le puede ofrendar todo lo que necesita, pero sí tiene lo necesario, también su coquita. De lo contrario (risas), hay el riesgo de que me castigue de manera despiadada, haciendo volar por los aires todos los objetos que toque con su mirada chispeante. Debo aclararte que el Tío, así como es rencoroso y vengativo cuando lo tratan mal, es también dadivoso y bondadoso cuando lo tratan bien. Los mineros, por ejemplo, le rinden pleitesía y le entregan ofrendas para que les proteja de los peligros y les conceda los mejores filones de estaño, pues creen que él no sólo es el soberano de las profundidades, sino también el dueño de las riquezas minerales concentradas en el vientre de la Pachamama. En él depositan su fe y su esperanza.

J.C: Sería interesante que el Tío y la Virgen del Socavón se encuentren cara a cara y en un terreno neutral. Los bolivianos en Suecia suelen rendirle culto, con una gran fiesta y cada año, a esta Virgen. ¿Por qué no haces lo mismo con el Tío, como contrapunto a ese acontecimiento? ¿Has pensado en esto?

V.M: La idea es interesante, pero ocurre que el Tío es un ser subterráneo, no acostumbrado a la luz del día, ni a tener prestes y menos a ser llevado a cuestas en una procesión por las calles. No sería de su agrado, por cuanto hay que dejarlo vivir tranquilo en la oscuridad de un cuarto, hasta que él decida retornar algún día al vientre de la Pachamama. Lo que se puede hacer es ch’allarle, de cuando en cuando, en su cuarto, pijchando hojas de coca, sorbiendo aguardiente y fumando cigarrillos; elementos éstos que los presentes deben compartir con el Tío a modo de congraciarse con él. Ahora bien, el Tío, en su actitud de ángel rebelado en el reino de los cielos, libró sus batallas contra el Arcángel San Miguel antes de ser vencido y lanzado al infierno; una disputa que la danza de la diablada la representan en eso que se conoce como “el relato”. Lo interesante es que el Tío jamás se enfrentó a la Virgen. Pero una polémica filosófica entre ambos podría ser una discusión tan sonada como la que él sostiene con el arcángel San Miguel en la teatralización que se monta en el Carnaval de Oruro. En todo caso, quién mejor que el Tío para analizar las atrocidades del mundo, la antítesis entre el materialismo y el idealismo, la doble moral religiosa y las miserias humanas. El Tío es el que mejor representa las contradicciones de la condición humana, él es dios y diablo a la vez. Los psicoanalistas dirían que el Tío sintetiza la parte demoníaca y angelical del ser humano, él concentra en su personalidad un puñado de virtudes y otro puñado de defectos, que es lo que caracteriza tanto a los hombres como a las mujeres. Por eso mismo, si bien el Tío, según la concepción cristiana, es el diablo, la encarnación por antonomasia del pecado y la maldad; en el mundo minero, y según la concepción pagana de las culturas ancestrales, es el dios benefactor y protector, siempre y cuando se lo trate con respeto y cariño.

J.C: Las mujeres no pueden entrar al interior de la mina, porque se cree que el Tío se enoja como un trueno de fin del mundo. Según el mito, la menstruación de las mujeres ahuyenta la veta de mineral en los socavones. ¿No crees que el Tío tiene una actitud discriminatoria?

V.M: Pienso que esta creencia tiene sus orígenes en el hecho de que los mineros, en su afán de conservar sus creencias paganas y proteger a sus dioses de la catequización emprendida por los conquistadores en tierras americanas, inventaron esta teoría para prohibir el ingreso de los curas con sotana al interior de la mina. De ahí que, con el transcurso de los años, se fue generando la creencia de que cualquier mujer vestida con faldas o polleras, y en su periodo de menstruación, hacía desaparecer las vetas, aunque lo cierto es que hubieron -y hay todavía- algunas palliris (mujeres que escogen el estaño de las rocas mineralizadas), que trabajaron en el interior de la mina sin que las vetas desaparecieran ante su presencia. Más todavía, cada año, durante el convite y en vísperas del Carnaval, los mineros, sus mujeres y sus hijos entran al interior de la mina para ch’allar al Tío y a la Pachamama, con la esperanza de que todo el año les vaya bien en la producción y sean protegidos de los peligros. Por lo tanto, el Tío no tiene una actitud discriminatoria contra las mujeres, sino contra los curas de sotana. Además, es bien sabido que el Tío comparte sus riquezas con la Chinasupay (diableza), quien es su esposa y su amante, pero también con la Pachamama, de quien es uno de sus fecundadores. Otro detalle que desmiente que el Tío discrimine a las mujeres es su relación con la Virgen del Socavón. Es decir, contradictoriamente a lo que muchos se imaginan y según los orígenes del Carnaval de Oruro, fueron los mineros quienes, aun teniendo una mentalidad machista, se disfrazaron de diablos en representación del Tío para bailar con fe y devoción en honor a la Virgen del Socavón, considerada la “Mamita milagrosa” y patrona protectora de las familias mineras.

J.C: Huari (o Wari), era el dios de los Urus. O sea de la población andina. Hay cuentos que relatan que el Tío es la prolongación de Huari. ¿Que piensas a cerca de esta afirmación?

V.M: Efectivamente, el Tío, en parte, es la prolongación de Wari, deidad mitológica de los urus y protector de los auquénidos. En mi cuento, “El último pijcheo”, narro este fenómeno, pero también algunos estudiosos del tema, entre ellos Alberto Guerra, aseveran que el Tío es el mismo Wari. Lo cierto es que hay una simbiosis entre el dios Wari y el Satanás del mundo bíblico. Según cuenta la leyenda, se cree que Wari, que quiso castigar a los urus con las cuatro plagas, porque le dieron las espaldas y empezaron a adorar a otros dioses, se enfrentó en una batalla campal con la ñusta Anti-Wara, que de acuerdo a la imaginación popular es la actual Virgen de la Candelaria, y que al ser vencido y a modo de salvar su vida, el dios Wari se escondió herido en el vientre de la montaña, donde los mineros, en su mayoría de ascendencia indígena, lo reconstruyen mucho tiempo después dándole atributos tanto de Wari como de diablo, pues aunque conservaban sus mitos y creencias paganas, tenían también la mente indoctrinada por la religión católica, que propagó la concepción de que los diablos viven en el infierno y que el infierno está en el subsuelo. De modo que el Tío, al representar el sincretismo de ambas creencias, es dios y es diablo al mismo tiempo.

J.C: ¿Crees que tus escritos, que se publican en la prensa de varios países, están ayudando a universalizar la imagen del Tío y las tradiciones del Carnaval de Oruro, declarada por la Unesco Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad?

V.M: Sin lugar a dudas, creo que el Tío está destinado a ser un personaje que, poco a poco, irá ganando terrenos cada vez más amplios. Hacerlo traer al Tío a Suecia ha sido una idea acertada, aunque todavía hay quienes, ante su existencia y presencia, mantienen un sospechoso silencio. Al Tío, como sabrás, siendo apenas una estatuilla de barro y cuarzo, le he devuelto su espíritu y le he concedido voz. Ahora es un canchero para hablar y un acucioso observador de la realidad de los bolivianos en Suecia. El Tío, gracias al estímulo de algunos amigos periodistas, ha cobrado muy pronto carta de identidad. Por ejemplo, a los lectores latinoamericanos del semanario Liberación no hace falta ya explicarles quién es el Tío y cómo se ve, puesto que lo conocen desde cuando llegó de Bolivia y publiqué mis primeros diálogos con él. Lo mismo está ocurriendo en otros países. Y, lo que es más interesante, las andanzas y ocurrencias del Tío en Europa están también contribuyendo a difundir la Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, ya que el Tío, que representa el sincretismo cultural y religioso de Bolivia, está profundamente ligado a la tradición del Carnaval de Oruro, no sólo porque forma parte de la vida minera, sino también porque es el generador y el personaje central de ese acontecimiento folklórico. En síntesis, tengo la certeza de que el Tío será un personaje universal, porque él, mejor que nadie, representa los valores universales de la humanidad.



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Javier Claure Covarrubias (Oruro, Bolivia, 1961)., Poeta y miembro del PEN-Club Internacional. Estudios informática en la Universidad de Estocolmo y Uppsala. Radica en Suecia desde hace muchos años.

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