martes, 27 de enero de 2009

El Arte de la Ausencia (Alejandro Dolina)




En el teatro oriental, sucede en ciertos momentos que un solo actor canta o baila y los demas permanecen sentados de espaldas al público. Kameko Kichiazemon, un famoso actor de kabuki del siglo XVIII, escribió que no era conveniente que el actor se relajara ni aún en la más pasiva de las situaciones. "Cuando estoy sentado ejecuto toda la danza en mi mente. Si no lo hiciese, la vista de mi espalda aburriría al espectador".

En occidente, las virtudes teatrales de la omisión fueron ejercidas del modo más sublime por el ya legendario Ian Wilenski. Como todos sabemos, este artista continuaba desarrollando su energía actoral aún cuando su personaje no estuviera en el escenario. A decir verdad, era precisamente en esos momentos de ausencia cuando Wilenski hacía notar su increíble capacidad de no expresar.

Sus comienzos en la compañía del director Enrique Argenti no fueron muy prometedores. Se destacaba, eso sí, por su extraordinaria concentración: si tenía que disparar una flecha en el tercer acto, su arco ya estaba tenso una hora antes de la función; si moría en el primer acto, no había forma de hacerlo reaccionar hasta que los serenos que cuidaban el teatro lo arrojaban afuera.

En 1957, un crítico se refirió a su actuación diciendo que el público no veía la hora de que Wilenski se fuera del escenario. Los amigos del actor no lograron convencerlo de que el dictamen estaba referido a la fuerte impresión que dejaba la ausencia de su personaje.

Después llegó la consagración. Los principales teatros se disputaban su participación para encarnar personajes que ya se habían ido o que todavía no habían llegado.Algunas veces, ni siquiera aparecían en escena. Eran sus interpretaciones predilectas. Pasaba largas horas maquillándose y encargaba costosos vestuarios. Los espectadores lo ovacionábamos cada vez que un actor nombraba al personaje ausente. Con el tiempo, Wilenski empezó a exigir que tales menciones fueran más frecuentes. Al terminar la función, todos aplaudíamos de pie y él agradecía inclinándose oculto detrás de la coulisse.

Su mayor éxito fue sin duda Esperando a Godot. Lamentablemente, una enfermedad lo mantuvo en cama largos meses y debió ser reemplazado por Luis Pisano, un joven inexperto que el público no aceptó jamás.



Hay que reconocer que la fama lo alteró. Sabedor del brillo de sus ausencias, procedió a ejercerlas en su vida personal. Se hacía invitar a todas las fiestas del ambiente, solamente para no ir. En su casa, casi nunca lo veían. Sin embargo, la inasistencia absoluta es imposible. Uno siempre está en alguna parte.

El actor se rebelaba ante esta realidad y procuraba atenuar al máximo los efectos de su presencia. Empleaba toda su energía en omitirse. Durante algunas reuniones solía discutirse si Wilenski estaba o no estaba. Tales dudas, lamentablemente, invadieron su propio espíritu. Los parroquianos del bar "La Fragata" cuentan que algunas noches entraba con andar sigiloso y preguntaba a todos si no lo habían visto.

Siguió representando papeles de ausente, cada vez con más éxito y con más eficacia. Ya no solamente no podíamos verlo los espectadores, sino que ni siquiera sus compañeros de elenco alcanzaban a cruzárselo. Lidia Moreno, una actriz que fue su compañera durante diez años, confesó en una entrevista radial que nunca lo había visto. A decir verdad, sólo los viejos actores conservaban un recuerdo personal de Wilenski.

La compañía de Enrique Argenti siguió anunciando en los programas la participación del genial artista. En 1979, un periodista suspicaz pretendió acusar a Argenti de haber despedido a Wilenski años atrás, para ahorrarse los altos sueldos que el actor cobraba. Pero el público no creyó en tales denuncias. Sus admiradores continuamos llenando las salas.

Acostumbrados como estábamos a no verlo, ni nos dimos cuenta cuando se retiró. En 1992 le hicimos un homenaje. Nunca supimos si vino.

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lunes, 12 de enero de 2009

Las Naturalezas Muertas de Arte Arappo





*fácil/fécil/fícil/fósil/fusil*

a poco observador entretenido
demasiado entre perdido
¡ojo también!


Naturalezas muertas, casualidades y relaciones (byerreqerre). Ensamblajes y formas naturales encontradas por doquiera nos llamen, al azar, en diferentes lugares del planeta Tierra y se muestran tal como son, salvo indicación contraria (no encontrada). La foto sigue estando aún por revelar y erosionar. LAS NATURALEZAS NO HAN SIDO MODIFICADAS. SÓLO EN ALGUNOS CASOS HEMOS PROCEDIDO AL ENSAMBLAJE DE ALGUNAS DE ELLAS.

La aportación «creativa» con respecto a estas «obras» es más literaria y conceptual que artística. Las recogemos de su contexto natural y potenciamos su personalidad explorando las formas en el lenguaje tridimensional, visual, emocional y poético con el que ya cargan cada una de ellas. En algunos casos la labor que llevamos a cabo con estas «naturalezas muertas» es de mera observación –casual–, contacto y relación con cada una de ellas y un posterior encuentro idílico o «extrañamiento sistemático» que suele finalizar, o bien en añadir texturas, recortes o aspectos vinculados al collage, o bien en ensamblar unas piezas con otras, determinando la personalidad final de la «naturaleza».




...Hace poco vendieron en subasta pública las obras de arte que dejó en herencia André Bretón, y lo curioso es que lo mejor que tuvo fueron sus piedras. Bretón se dedicaba a recoger bellos guijarros que para él eran la obra de arte más grande que existía. Lógicamente, no tienen ningún valor comercial. La poesía tampoco se vende. Eso es lo maravilloso del verdadero arte, que no han conseguido que sea industrial. El hombre, cuando llega a un nivel de conciencia adecuado, siente lo sagrado en todo lo que le rodea y el mundo cobra así su sentido. Las plantas, las piedras, el chiste: son sagrados; las cosas se van sacralizando. Conocía a un chamán que curaba la afonía con una infusión de excrementos de vaca.

(pág. 129, Alejandro Jodorowsky, Psicomagia).

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