lunes, 17 de diciembre de 2012

"Encinta" Antología de poesía.



Antología de poesía en casette "Encinta". Edición a Cargo de Chino Loaiza.
 Ilustraciones de J.Pablo Arce.
 Ed. Milena Berlin 2012.












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domingo, 16 de diciembre de 2012

REALIDAD (o del infierno de la dimensión planificada) Turbia Clarita y Severo Moreno


REALIDAD
(o del infierno de la dimensión planificada)

“Adoran a uno de mil nombres y mil manifestaciones. En el plano más inmediato de relación social, su nombre es familia; organizado y empoderizado, su nombre es estado; en un plano más general, su nombre es sociedad; en un plano metafísico, su nombre es orden; en un plano más soberbio, absorbente, totalitario, su nombre es
realidad.”     
        Turbia Clarita y Severo Moreno

Es costumbre del humano civilizado esforzarse por participar de una sola realidad. Con Heraclito, Mircea Eliade anota que occidente es el fruto de “esos hombres despiertos, con un solo mundo, común para todos.” Una cultura de “hombres extrovertidos, que miran hacia fuera, que se encuentran con las mismas cosas, la misma luz, la misma ley.” (2004: 108 y 106)

       Esa realidad construida necesariamente en base a la exclusión (a la definición de lo que no es real), existiría solo gracias al constante esfuerzo humano: nuestra antigua terquedad por repetir nuestras acciones y percepciones, para encontrarnos cada día, todos, con el mismo mundo. Una mentalidad dominante, o paradigma, sería la encargada (en cada época, colectividad y persona) de regular que cosas deben ser incluidas en ésta realidad y que cosas no.

Como señala Charles Hoy Fort, a la hora de considerar las lluvias de ranas: “Nada es real, excepto si prueba de excluir algo; y esto que se denomina comúnmente ‘ser’ es una diferencia entre lo que está incluido y lo que está excluido”. Es decir que “nada es real, pero nada es tampoco irreal, y todos los fenómenos son aproximaciones a un lado o a otro entre la realidad y la irrealidad”. “De modo que todos los fenómenos, en nuestro estado intermediario o en nuestro cuasi-estado, representan dicha tendencia única a organizar, estabilizar, armonizar, individualizar… o a positivar, es decir a convertirse en real.” (2007:1,7,5)
Mientras que ésta cualidad del cosmos permite la construcción de múltiples realidades (paraísos), las culturas de los hombres despiertos se extenuarían por construir un solo y laborioso proyecto. El resultado de esa esforzada empresa: un universo en el que todo está racionalizado o es susceptible de racionalizar. Donde todo posee una explicación material, y todo tiene una institución que se encargue de ello.

Ivan Ilich describe el probable caso de un niño nacido en las calles de Nueva York, quien    ..“jamás toca nada que no haya sido ideado proyectado, planificado y vendido científicamente a alguien. “Un niño que “puede experimentar la sorpresa poética de lo no planificado solo a través de sus encuentros con la ‘mugre’, el desatino o el fracaso”; para quien “el viaje se convierte en la única poesía al alcance de la mano”. (2006: 122)   
En ésta condición de cultura de hombres despiertos parece radicar la aversión que occidente tiene hacia los múltiples mundos del sueño, la locura y el trance. Ésta dimensión planificada, en la que el humano civilizado pretende encerrarse, limita el cuerpo, la mente, los sentimientos y el espíritu de quienes la sostienen con su ‘servidumbre voluntaria’. 


El miedo al caos, el miedo a lo desconocido, el miedo a lo inseguro y, en ultima instancia, el miedo a la muerte, justifican o pretenden justificar esa ‘servidumbre’. Una falsa comodidad caracteriza a este falso paraíso. La satisfacción de todas las necesidades básicas (y todas las que te   ...puedes imaginar) que ofrece ésta civilización se fundamenta en la existencia de una insatisfacción creciente. Si pudieran venderte algo que te satisfaga finalmente, no lo harían. El humano satisfecho no consume compulsivamente. La insatisfacción es el verdadero motor del mercado. (Ilich: 2006) Su realidad (de primer mundo) y los beneficios de la planificación terminan siendo ilusorios.
Y tú, confuso árbol que caminas, no tienes porqué dar flor y fruto en este infierno. 



(…)

Dicen que todos corremos el riesgo de llegar a creer que todo lo que pensamos es la mismísima realidad. Alertan que esto es un sueño. Todo esto es un sueño del que no podemos despertar; porque no somos quienes lo soñamos. Sostienen que hay  ....alguien más quien nos sueña. Especulan que en

algún lugar de este mundo, ese alguien duerme infinitamente. “¿Qué crees que ocurriría si. despertara?” se preguntan. Y, del demiurgo que sueña, ¿cuáles serán sus pesadillas?, ¿cuáles sus sueños gloriosos?, ¿cómo serán sus sueños premonitorios? Probablemente recuerda un pasado en sus sueños, inventa un futuro y ejecuta un presente. ¿Cuál es el tamaño de su soledad?, ¿cuál el vértigo que lo aleja de la otra realidad? Y, cuando despierte, ¿habrá alguien esperándole? ¿A quien le contará ésta fantástica historia?

(…)



He presenciado el nacimiento de mil soles. Cada uno luminoso en toda su inmensidad, ardiente, abrasador. He buceado en los más profundos océanos. Meditado en las más altas montañas. Atravesado las más extensas llanuras corriendo. Desnudo me he bañado entre mil cuerpos. Manoseado me he dejado violar por cien amantes. He amado. He comido. He bebido. He matado. Me he dejado amar. Derrotado me he dejado humillar por seis contrincantes. Espero paciente, sentado, a que llegue el séptimo. Golpeará a mi puerta. Entrará cuando no le abra. Sentirá mi olor. Me cortará la cabeza y el Apocalipsis se desatará. O tal vez yo le corte la cabeza a él. 

 En tal caso todo se habrá ido a la mierda.
   






Extraído del :
ARCANA ARTIS
Aeternum Pachacutik Fragmentarium
volumen Primero
Ediciones Akashik
La Paz (en la tormenta), el ojo del Huracán.
 Marzo 2010 




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jueves, 13 de diciembre de 2012

Para fabricar abismos. Por Adam Severino Chuyma.



PARA FABRICAR ABISMOS
Adam Severino Chuyma









C
omo todos los días nuestro sol azul se hunde en el mar. Las tortugas lloran mirando el ocaso. Los ángeles se arrancan plumas de las alas, las ofrecen al sol, y ruegan porque este no parta. Como todos los días, de entre los bosques de huesos, emerge la sombría e inquietante melodía de un tambor, que se vuelve muchos. Los niños se ocultan bajo sus camas. Los ancianos se quitan los ojos y los guardan en los bolsillos. Los payasos ocultan sus risas con trapos, bolsas y cinta aislante. Las arañas se abrazan entre ellas. Los gatos dejan de ronronear.
Y la sangre comienza a llover.
Y los hombres cabríos salen a bailar. Con sus pipas gigantes. Con sus piernas peludas. Con pezuñas en vez de píes. Con sus cuernos afilados y sus máscaras de tigres asustados. Al ritmo del oscuro tambor dan vueltas alrededor de un huevo rojo, que se equilibra sobre un diminuto camello que aúlla.
Como todos los días en ésta hora, la más sombría, el reloj del campanario deja de funcionar. Las palomas huyen de la plaza para refugiarse en las ruinas de los templos caídos. Los abuelos tiemblan ocultando sus ojos. Suenan los dientes de los payasos al castañear. Bailan los hombres cabríos. Se alza la luna. El huevo se comienza a quebrar. El cielo ruge con un trueno. Los hombres cabríos salen corriendo, disputándose los escondrijos con las palomas en el templo, y con las ratas debajo del pavimento.
  Enorme y negra la cosa sale del huevo y sube a posarse sobre la luna.
Los tambores callan. Los dientes de los payasos callan. El mundo entero aguanta la respiración.
La cosa mueve parte de su cuerpo, como si de dos gigantescas alas se tratase. Las estira y sus sombras sumen al mundo en fría oscuridad. 

Al día siguiente, al volver el sol, cientos, no, miles, no, un mar de caracoles salen de sus refugios a mirarlo y calentarse las antenas. El viento sopla circularmente sobre sus cabezas. La figura negra se desprende de la luna como una mariposa muerta. Cae fragmentada a la tierra. Los caracoles buscan los pedazos del monstruo. Los recogen diligentemente y los llevan a sus casas para fabricar abismos con él.
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